miércoles, 21 de diciembre de 2022

El Sacramento de la Confesión



Reproducimos en este post una completa síntesis de la doctrina cristiana acerca del Sacramento de la Confesión. Y adjuntamos un enlace a un texto que puede ayudar a hacer el examen de conciencia.


La Confesión es el Sacramento instituido por Jesucristo para el perdón de los pecados cometidos tras el Bautismo. A través de los Sacramentos Cristo continúa su ministerio de curación y redención en la Iglesia.

La Confesión es un Sacramento que se conoce por muchos nombres: Lo llamamos el Sacramento de la Reconciliación porque es el medio que Cristo nos dejó para reconciliarnos con Dios y con su Iglesia. Es el Sacramento de la Penitencia, ya que implica una vuelta a Dios y un alejamiento de nuestro egoísmo.

Lo llamamos Confesión porque en este Sacramento «confesamos» o «declaramos» nuestros pecados. También es llamado, apropiadamente, el Sacramento del Perdón y la Paz, en el que Dios hace lo que nosotros no podemos hacer: perdonar nuestros pecados y llenar nuestras almas de paz.

¿No basta con pedir perdón a Dios por los propios pecados sin tener que confesarse?

Cada uno de nosotros puede y debe pedir perdón a Dios en todo momento, particularmente después de haber cometido un pecado mortal, antes de irse a dormir por la noche, o al inicio de la celebración de la Santa Misa. Pero Dios nos perdona algunos pecados -los pecados mortales- cuando nos acercamos arrepentidos al sacramento de la Confesión, querido e instituido por su Hijo Jesucristo.

Por otra parte, siendo Dios el que perdona, Él tiene el derecho de indicarnos el modo a través del cual Él nos concede su perdón. Ciertamente el pecado no es perdonado si no hay arrepentimiento personal, pero en el orden actual de la Providencia, la remisión está subordinada al cumplimiento de la voluntad positiva de Cristo, que ha vinculado la remisión de los pecados al ministerio eclesial o, al menos, a la voluntad de recurrir a él lo más pronto posible, cuando no exista la posibilidad inmediata de la confesión sacramental.

¿Qué es un pecado?

Pecar es ir contra la Ley de Dios mediante el pensamiento, la palabra, las obras o las omisiones. La ley de Dios está resumida por Jesús en amar a Dios por encima de todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La gravedad de un pecado no depende de lo mal que nos sintamos sobre algo que hemos podido hacer. Algunas personas se sienten muy mal por las cosas más insignificantes. Otras en cambio son capaces de cometer los mayores crímenes y no sentir nada o muy poco arrepentimiento.

Algunos pecados que cometemos son relativamente menores. A estos los llamamos pecados veniales. Sería muy difícil confesarnos de todos los pecados menores que podemos cometer, sin embargo es bueno para nosotros mencionar algunos en la Confesión, especialmente aquellos que representen un área que nos cuesta más vivir.

Otros pecados son más serios o graves. A veces son llamados pecados mortales. Cuando nos referimos a un pecado como grave o serio nos estamos centrando en la ofensa objetiva que hacemos a Dios. Cuando nos referimos a un pecado como mortal nos estamos centrando en el daño que hacen esos pecados en nuestra relación con Dios.

Estamos obligados a mencionar en la Confesión cada pecado mortal de los que tengamos conciencia haber cometido, incluyendo en la medida de lo posible, el número de ocasiones en que lo hayamos hecho. No podemos recibir la Santa Comunión hasta que no hayamos pedido perdón por tales pecados.

¿Cuándo cometo un pecado mortal?

Ante todo la ofensa debe ser grave. En otras palabras, debe violar directamente cualquiera de los diez mandamientos o uno de los preceptos de la Iglesia. Los pecados descritos por la Iglesia como «graves» o «serios» son pecados mortales si se cumplen las dos siguientes condiciones:

Debemos saber que estamos cometiendo un pecado mortal. Si no nos damos cuenta de que algo era pecaminoso -y pecado grave-, objetivamente seguimos ofendiendo a Dios (por lo que todavía es bueno confesarse de ello), aunque subjetivamente, no somos culpables, por tanto no estamos en pecado mortal. El crecimiento en santidad lleva consigo el deseo de formar nuestras conciencias de tal forma que seamos capaces de saber qué ofende gravemente a Dios, por amor a Él.

Debe haber consentimiento pleno de realizar la acción. Si hacemos algo por error o equivocación, puede que hayamos sido negligentes pero no somos culpables de haber cometido un pecado mortal.

El perdón de los pecados es una parte importante de la profesión de fe cristiana. Isaías profetizó «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos» (Is. 1:18). Juan el Bautista preparó a la gente a la venida de Jesús exhortándoles a confesar sus pecados y a experimentar una limpieza simbólica en el río Jordán -la palabra Bautismo viene del griego «limpiar»-.

Jesús, Dios hecho hombre, a través de su vida, muerte y resurrección trajo la reconciliación entre Dios y los hombres. Después de la resurrección, sopló sobre sus apóstoles y les dio el poder de perdonar los pecados «Aquellos a los que les perdonéis los pecados les quedarán perdonados, a los que se los retengáis les quedarán retenidos» (Jn. 20:23).

¿Por qué instituyó Cristo el Sacramento del Perdón?

A veces las personas no dan mucha importancia a la gravedad de sus acciones, erróneamente suponen que Dios les perdonará incluso sin arrepentimiento. Otras personas están abrumadas por un sentimiento de culpa por lo que han hecho y a menudo les cuesta creer que puedan ser perdonadas. Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos. Solo aquél al que ofendemos puede perdonarnos. En la Confesión Dios actúa para absolvernos de aquellos pecados que cometemos tras el Bautismo. Porque es un acto de Dios, un sacramento, con el cual podemos saber con certeza que nuestros pecados han sido perdonados y nuestra relación con Dios ha quedado restaurada.

¿No es la Confesión una excusa para cometer pecados?

El Sacramento de la Confesión lo instituyó Cristo para ayudarnos a ser más santos. Aunque hemos sido bautizados aún sufrimos los efectos de debilidad del pecados original. San Pablo expresó esto cuando dijo «No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm. 7:15).

¿Qué se necesita para que la Confesión sea válida?

Tiene que haber pecados que confesar.

Tiene que haber una conversión o arrepentimiento por el pecado.

Tiene que haber una firme intención de cambio de vida con la ayuda de Dios.

¿Cómo hacer una buena confesión?

Ante todo se prepara la celebración del sacramento con momentos de oración.

Después es necesario hacer un examen de conciencia, confrontándonos con el ejemplo y las palabras de Cristo. Es conveniente leer un pasaje de la Sagrada Escritura.

A la luz de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, se reconocen los propios pecados, pidiendo perdón a Dios y comprometiéndonos a cambiar de vida.

Nos acercamos después al sacerdote, diciendo, en primer lugar, el tiempo que ha transcurrido desde nuestra última confesión y concluyendo que se tienen la intención de confesarse también por los pecados que no se recuerda y aquellos del pasado.

Se confiesan los propios pecados.

Se escuchan las palabras del sacerdote.

Se acepta la penitencia que es impuesta.

Se manifiesta el propio arrepentimiento, motivado sobre todo por el amor a Dios.

Se recita el acto de contrición u otra fórmula semejante.

Se recibe con fe la absolución: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Se agradece al Señor del don sacramental recibido, renovando el propio compromiso de conversión.

¿Está siempre obligado el confesor a guardar el secreto?

Ciertamente, el confesor está obligado a guardar siempre el secreto de confesión, sin ninguna excepción, y bajo penas muy severas. Él confesor debe mantener el secreto absoluto de los pecados confesados de los penitentes, aún cuando eso le cueste la vida.

¿Todos pueden recibir la absolución?

En todo caso, el pecado grave no es perdonado si no existe el arrepentimiento personal y el propósito de enmienda.

Algunos pecados particularmente graves, penados con la excomunión, pueden ser absueltos sólo por el Papa o por el Obispo.

En caso de peligro de muerte, cualquier sacerdote puede absolver cualquier pecado o excomunión.

La Confesión en la vida cristiana

El principal efecto de la Confesión es la reconciliación con Dios y con la Iglesia. La vida de gracia es restaurada en aquellos que la habían perdido por haberse alejado deliberadamente de Dios mediante pecado mortal.

Debemos acudir a la Confesión a menudo ya que con este Sacramento no sólo se nos perdonan los pecados, se nos da también la gracia de Dios que nos cura y fortalece por dentro, con el fin de santificarnos para llevar a cabo esa vocación a la que hemos sido llamados.

Los católicos tienen la obligación de confesar sus pecados al menos una vez al año, pero en general se suele hacer uso de este maravilloso canal de gracia mensualmente o incluso quincenalmente. Es un buen hábito a desarrollar y los frutos son graduales pero seguros.

En el caso de un pecado mortal, debemos confesarnos inmediatamente después de haber cometido un pecado mortal, a fin de obtener inmediatamente el perdón y evitar la posibilidad del infierno en caso de muerte. Si no es posible confesarse inmediatamente por falta de un sacerdote, al menos se debe pedir perdón a Dios por el pecado cometido y buscar la confesión sacramental lo más pronto posible.

La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el cual el fiel, consciente del pecado cometido, es reconciliado con Dios y con la Iglesia.  


Ayuda para hacer un buen examen de conciencia 






lunes, 21 de noviembre de 2022

Historia del Belén




El origen de la representación plástica de la Natividad aparece representado de forma pictórica en los primeros siglos del Cristianismo. Así lo manifiestan los testimonios aparecidos en algunos sarcófagos de las Catacumbas Romanas de Priscila. El más antiguo de estos es el de la “Capella Greca”, de principios del siglo II. La composición representa en primer plano la figura de la Virgen que estrecha contra su pecho, en su brazo izquierdo, al Niño Jesús envuelto en pañales, frente a ellos los tres Reyes Magos, vistiendo una túnica corta, sin manto ni gorro.

La devoción al nacimiento fue muy impulsada por la orden de los Templarios, que incentivó el culto a Jesús y al Santo Sepulcro. Muchos más hallazgos a lo largo de los siglos respaldan la permanencia de la representación continuada del acontecimiento de la escena de la Natividad, por ejemplo, el fondo de un arco de la catacumba de San Pedro y San Marcelino (S.III), o el fresco pintado en uno de los muros en la catacumba de de Domitila (S.IV), o la existencia de un oratorio con una construcción similar a la Cueva de Belén en la Santa María la Mayor de Roma, a mediados del siglo VIII.

Todas estas representaciones van sucediéndose a lo largo de los años. El arte románico trata la Natividad y la Adoración de los Pastores y los Magos como tema principal, decorando miniaturas y mármoles. En el siglo X, el pesebre sirve a la liturgia católica como difusión de la Navidad en la Nochebuena. En el apogeo del arte Gótico se representan relieves especialmente en los púlpitos labrados en las catedrales, donde el Niño Jesús aparece fuera del pesebre y desde las rodillas de su madre sonríe a los pastores y bendice a los Magos mientras la imagen de la Virgen se presenta triste y dolorosa.

La ingenuidad del Renacimiento ofrece una imagen del Niño jugando con los corderos o acariciando la cabeza del buey y a María sonriente y gozosa. Con el pasar de los tiempos van adquiriendo formas mucho más barrocas y fastuosas, aunque todas ellas tienen en común un cierto contenido interior y profundo simbolismo.

Todos coinciden en reconocer el auténtico origen del belén en la recreación de la escena de la Natividad, que en la Navidad de 1223 realizara Francisco de Asís en Greccio (Italia), quien a su regreso de un viaje de peregrinación a Tierra Santa, según cuenta San Buenaventura, en una cueva de las montañas de Asís, junto a una cabaña de pastores, realizó un pesebre con paja y colocando junto a él un buey y una mula, celebró allí la Misa del Gallo, junto a los fieles que acudieron al toque de las campanas, evocando así la llegada de los pastores para adorar al Niño.

Hay gran variedad de leyendas que relatan acontecimientos milagrosos: "al pronunciar las palabras, `y lo acostaron en un pesebre´ Francisco de Asís se arrodilló para meditar brevemente en el sublime Misterio de la Encarnación y en ese instante apareció en sus brazos un bebé, rodeado de brillante resplandor, otros también manifestaron haberlo visto”. También se reconoce que San Francisco de Asís no representó a ningún personaje de la Navidad de Belén, ni hubo actores que representaran a la Virgen, San José y el Niño, por ello más que un Belén, la representación de Greccio fue interpretada como una forma más del ceremonial litúrgico de Navidad.

A partir de entonces, se extendió en las iglesias italianas primero y posteriormente en toda Europa la instalación de belenes como los de Andrea della Robia en el Duomo de Valterra. El más antiguo es seguramente el de San Giovanni Carbonara, en Nápoles, con figuras de madera que datan mediados del siglo XIV. Con el barroco se impulsó de forma definitiva su realización. El auge de la escultura y la incorporación del espacio escénico y los detalles introducen el belén en las casas señoriales.

En España, la tradición del belén fue introducida por franciscanos y clarisas. Su difusión se convierte en tema y asunto esencial para la transmisión del sentimiento católico, a través de una sociedad devota durante la Edad Media y de máximo fervor durante el Renacimiento. La Iglesia apoya todas las manifestaciones artísticas para con la finalidad de potenciar la expresión del Misterio sacro, y muy especialmente el nacimiento del Niño Jesús, lo que permite transmitir un mensaje cristiano y con un profundo sentimiento ante los fieles.

En el siglo XVII los belenes que se construían en las iglesias trasciende a los hogares, con figuras en barro cocido policromado, donde las familias nobles de la época presumían de sus exposiciones. Con el paso del tiempo esos belenes se fueron transmitiendo de generación en generación, ampliándose cada Navidad el número de figuras y pequeños  complementos.

De la representación teatral se pasó a la realización de las figuras con diferentes materiales, según la tradición artesanal de cada zona. Como auténticos actores, cada figura representará las diferentes escenas y ambientaciones ofrecidas en los belenes, con un estilo propio de nuestros escultores, con marcada diferencia de las influencias italianas, ya que predomina el barro como principal material y la policromía en sus creaciones, siendo algunas de ellas verdaderas obras artísticas sólo al alcance de muy pocos, como algunos ámbitos eclesiásticos, las grandes familias de la nobleza y el entorno de la Corte. 

Dan constancia de estos hechos la descripción de su legado en los testamentos de Isabel la Católica a sus hijas, así como el belén de figuras de cera que Lope de Vega  deja a su hija Antonia Clara. También se conservan el belén del Príncipe que pertenece al Patrimonio Nacional y que se expone cada año, el belén Napolitano del Museo de esculturas de Valladolid, el de la colección March en Palma de Mallorca, o el del marqués de Riquelme, realizado por Francisco Salzillo y que se expone en el Museo Salzillo de Murcia.

El rey Carlos III que potenció el belén durante su reinado en Nápoles, lo impulsa igualmente desde el trono de España a mitad del siglo XVII, introduciéndolo en sus palacios, construyendo una sala especial para la realización del Belén del Príncipe, encargando a los imagineros valencianos José Esteve Bonet y José Ginés Marín, así como al murciano Francisco Salzillo, la realización de figuras modeladas en diferentes tamaños que ofrecieran una acertada perspectiva al ser colocadas en las diferentes escenas.  El belén se exhibía todos los años al público.

Con este nuevo apoyo a la tradición del belén, muchas de las sencillas figuras realizadas por los imagineros de la época que representan a las diversas clases sociales y las costumbres  y vestimenta propias de cada pueblo, conjuntamente con los principales personajes bíblicos, cambian a unas realizaciones de gran calidad artística, ante el interés suscitado por el ambiente cortesano, refinando sus realizaciones con enriquecidas policromías, más acodes a la ubicación de los belenes en los suntuosos salones burgueses. Igualmente, cabe destacar la gran labor que vienen realizando la Asociaciones de Belenistas, por un lado mediante la promoción a través de los cursos que imparten sobre la técnica belenística, que tienen una gran aceptación de público, y otro mediante las exposiciones de los belenes en Navidad de sus minuciosos trabajos.


Texto publicado en la Web de la Asociación Belenistas de Valencia


Ver también el Prólogo del volumen “El Belén, sus personajes y sus símbolos”, por Mons. Javier Echevarría








viernes, 21 de octubre de 2022

Muerte, Juicio, Infierno y Gloria

 




Se denominan Novísimos o Postrimerías a lo que sucede al hombre al final de su vida: la muerte, el juicio, el cielo o el infierno. La Iglesia los hace presentes de modo especial durante el mes de noviembre.

El Catecismo de la Iglesia católica enseña que la muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo y que cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de la purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre.


Un excelente resumen de los Novísimos puede encontrarse en el

Artículo "Creo en la vida eterna", de la Primera parte del Catecismo.


Libros sobre la muerte y la vida eterna (Librerías PROA)






miércoles, 21 de septiembre de 2022

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro





La advocación mariana del Perpetuo Socorro procede de un antiguo icono originario de Creta y llevado a Roma a finales del siglo XV, en donde comenzó a ser venerado en la iglesia de los agustinos. Tras la destrucción del templo por Napoleón, los Redentoristas lograron su traslado a la iglesia de San Alfonso, construida en el mismo emplazamiento.

La imagen ocupa el centro del ábside de la iglesia y muestra a la Virgen María con el Niño Jesús. Éste descansa sobre el brazo izquierdo de su Madre y se agarra con ambas manos a la mano derecha de María buscando protección, al contemplar los instrumentos de la Pasión que le aguarda.

El icono representa la realidad teológica completa de la Redención por la Pasión. Los instrumentos de la Pasión no son sólo presagio de dolor y muerte sino también como trofeo y símbolo de victoria lograda. El Papa Pío IX pidió a los Redentoristas que diesen a conocer esta devoción. Hoy su devoción e influencia se extiende a los cinco continentes, siendo patrona de numerosos lugares e instituciones.

















domingo, 21 de agosto de 2022

Familias en Torreciudad


 


Torreciudad es un santuario dedicado a esa advocación de la Virgen cuya imagen recibía culto desde hace siglos en una pequeña ermita junto a la que se construyó en 1975 el actual santuario. Visitarlo es una experiencia única. Destaca la serena y profunda devoción de los cultos que allí se celebran y la dedicación de los sacerdotes que lo atienden, especialmente en los horarios para la Confesión sacramental.

El próximo 17 de septiembre, sábado, se celebrará allí la 30ª Jornada Mariana de la Familia, un evento festivo centrado en la devoción a la Virgen María y dirigido a familias de toda España y de otros países. Desde la primera Jornada, en 1989, han participado miles de familias, con el deseo de poner a los pies de la Virgen todas sus necesidades.

Sea durante la Jornada, sea en cualquier otro momento -Torreciudad está abierto a los peregrinos durante los 365 días del año-, visitar con detenimiento el Santuario y disfrutar de su entorno es algo sumamente recomendable. Incluso recorrer la denominada "Ruta Mariana" que enlaza los santuarios marianos de El Pilar, Torreciudad y Lourdes.


Información sobre la 30ª Jornada Mariana de la Familia


Página web del Santuario de Torreciudad












jueves, 21 de julio de 2022

Un sueño de San Juan Bosco

 



"Este sueño lo tuve hace algunos días. Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. Las naves enemigas se disponen todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se toma cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Disparan entretanto los cañones de los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel omento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta."

Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco le preguntó al Beato Miguel Rúa su opinión respecto a la narración. El beato, dubitativo, contestó: "Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza; las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía."


El sueño más profético de san Juan Bosco


Los sueños de San Juan Bosco









martes, 21 de junio de 2022

Diez nuevos santos




El pasado día 15 de mayo, el Papa canonizó a diez hombres y mujeres que hasta ahora recibían culto como beatos. La pandemia ha propiciado esta ceremonia, agrupando a 10 figuras de diversos países, aunque con mayoría de religiosos italianos y también con mayoría de fundadores y pedagogos o educadores.

Entre los más conocidos están el sacerdote francés Charles de Foucauld y el carmelita holandés Tito Brandsma. La lista completa es la siguiente:

Tito Brandsma, (188-1942) carmelita holandés, periodista, mártir del nacismo

Charles de Foucauld (1858-1916) militar, explorador, ermitaño en el desierto

María de Jesús (Carolina Santocanale) (1852-1923) italiana, una noble entre los más pobres

María Rivier (1768-1838)  catequista clandestina y fundadora fértil

Lázaro Devasahayam Pillai (s.XVIII) militar y mártir del sur de la India 

Madre Francisca Rubatto (1844-1904) italiana, primera santa de Uruguay

María Domenica Mantovani (1862-1934), fundadora de las Hermanitas de la Sagrada Familia

César de Bus (1544-1607), sacerdote promotor de la catequesis

Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres

Giustino Maria Russolillo (1891-1955), sacerdote animador de vocaciones

En el enlace anexo pueden encontrarse detalles de la ceremonia, una breve biografía de cada uno de los canonizados y así como referencias más amplias de sus vidas y de algunos milagros atribuidos a su intercesión.


Los santos canonizados el día 15 de mayo 2022








sábado, 21 de mayo de 2022

Un devocionario en el móvil





Se trata de un devocionario online con las oraciones más habituales del cristiano, en castellano y latín, que puede consultarse online o descargar en los formatos ePub y Mobi para consultarlo en el móvil con facilidad.

Se compone de diez apartados: "Oraciones comunes", "Santísima Trinidad", "Adoración eucarística", "Espíritu Santo", "Santísima Virgen María", "Preparación de la Santa Misa", "Acción de gracias después de la Santa Misa", "Oración por los difuntos", "Otras devociones", y "Algunas fórmulas de doctrina católica".

La compilación es obra de los sacerdotes D. Lorenzo de los Santos y D. Javier Elorduy y el diseño lo realizó la Oficina de información del Opus Dei en España. Fue editado originalmente en 2011.











jueves, 21 de abril de 2022

Apariciones marianas





Aunque las Apariciones de la Virgen María se extendieron a partir del siglo V, la Santísima Virgen nunca se había aparecido con tanta frecuencia como en el Siglo XX, en el que se notificaron más de 500 apariciones marianas.

La Iglesia es siempre muy prudente a la hora de examinar estos hechos. Así, de todas las apariciones marianas -más de dos mil-, el Vaticano sólo ha reconocido 16 y de ellas sólo nueve tienen el máximo grado de reconocimiento por la Iglesia: Pilar, Guadalupe, Medalla Milagrosa, La Salette, Lourdes, Madre de la Esperanza, Fátima, Madre de Dios y Virgen de los Pobres. 

Existe un procedimiento para evaluar estos hechos extraordinarios que es puesto en marcha por el obispo de la diócesis donde ha tenido lugar la presunta aparición. También la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe tiene unas "Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones".



Apariciones Marianas en el Mundo (Web "María por el mundo")


Presentación del libro "Las apariciones de la Virgen María: doctrina e historia" de D. José Manuel Díez Quintanilla 


Normas de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones

 







lunes, 21 de marzo de 2022

Diez minutos con Jesús




Se trata de audios grabados por sacerdotes que ayudan a orar. A diario puede escucharse una predicación de 10 minutos sobre el contenido del Evangelio del día. Son homilías bien preparadas y de un estilo sencillo y directo.

Lo que nació casi por casualidad de la mano de varios sacerdotes jóvenes en agosto de 2018, ha llegado, en pocos años, a todos los países del mundo. Cada día más de 200.000 personas reciben gratuitamente la meditación, la escuchan a través de las plataformas de audio más conocidas, o directamente, a través de la app.

Todos los detalles de este nuevo canal de evangelización pueden encontrarse en su página web.











lunes, 21 de febrero de 2022

Las "Medidas de la Virgen del Pilar"

 



En el siglo XVII era costumbre prestar el manto de la Virgen del Pilar a los enfermos, además de hacer la función de vestir la columna. De esta forma se sentían acompañados por Ella, en esos momentos de tribulación. Este hecho cobró fama, provocando que cada vez se hiciera más difícil atender a todos los que solicitaban el servicio.

Entre 1941 y 1983 se confeccionaron varios mantos para tales fines, usados previamente por la Virgen. Pero fue tal la demanda de estos mantos por los devotos de Nuestra Señora, tanto de Zaragoza como del resto de España y extranjero, que se quedaron insuficientes. 

En las ultimas décadas se crearon las llamadas «Medidas de la Virgen del Pilar», unas cintas de tela que se pueden adquirir únicamente en la Catedral-Basílica del Pilar de Zaragoza y cuya longitud es la medida exacta de la imagen de la Virgen, que desempeñan la misma función de recordar la entrañable presencia y el patrocinio de Nuestra Señora a quienes las llevan consigo.








viernes, 21 de enero de 2022

2022, Año Santo Compostelano




Los tres golpes con un martillo de madera y plata dieron inicio al Xacobeo 2021, sólo que la tradicional apertura de la Puerta Santa se prolongará excepcionalmente hasta el 31 de diciembre de 2022. 

El Apóstol Santiago el Mayor es uno de los doce discípulos de Jesucristo. Hermano de Juan, el Evangelista, es hijo de Zebedeo y María Salomé. Juntamente con Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a los momentos importantes de su vida. 

Según los Hechos de los Apóstoles, Santiago fue el primer Apóstol martirizado, degollado por orden de Herodes Agripa hacia el año 43 en Jerusalén. La tradición relata como su cuerpo es trasladado por mar hasta tierras gallegas, siendo enterrado en un bosque, donde hoy se levanta la Catedral.

Hacer el Camino de Santiago conlleva la obtención de la indulgencia plenaria y una experiencia espiritual y humana única. Más allá de las formas y modos de hacerlo supone siempre una ocasión de poner en primer plano la fe que profesamos