martes, 16 de octubre de 2012

Una clara norma de conducta



"Una vez que se juzga a un sacerdote o a un obispo, todo lo que ese sacerdote u obispo digan será tamizado por el juicio crítico de quienes deberían aprender de ellos. La autoridad del maestro, ya desmoronada, habrá cedido ante la autoridad de la propia soberbia de quien se cree poseedor de la razón. Y alguien que se cree “poseedor de la razón” ya nada puede aprender. 

En tiempos de San Francisco de Asís, el clero secular estaba fuertemente corrompido. Muchos sacerdotes vivían en compañía de su barragana y sus hijos; gran parte de ellos eran ignorantes, y apenas conocían el latín necesario para celebrar malamente la Misa. Otros eran ladrones, comilones y bebedores, y así habían perdido el prestigio y la autoridad ante los fieles. 


Cuando Francisco de Asís entraba en un pueblo, buscaba al párroco y, ante todos los vecinos, besaba sus manos y sus pies. De este modo les gritaba que aquel hombre, fuera cual fuese su conducta, era otro Cristo, y debía ser tratado y escuchado como tal. Jamás puso en evidencia los pecados de ningún sacerdote, sabiendo que no le correspondía a él, sino al obispo, realizar semejante tarea."

José-Fernando Rey Ballesteros

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