Según un relato antiguo -inicios del siglo VI-, titulado Pasión de
Andrés, cuando el apóstol vio la cruz en la que había de ser crucificado
pronunció las siguientes palabras:
¡Salve, oh Cruz, inaugurada por
medio del cuerpo de Cristo, que te has convertido en adorno de sus miembros, como
si fueran perlas preciosas!
Antes de que el Señor subiera a
ti, provocabas un miedo terreno. Ahora, en cambio, dotada de un amor celestial,
te has convertido en un don. Los creyentes saben cuánta alegría posees, cuántos
regalos tienes preparados.
Por tanto, seguro y lleno de
alegría, vengo a ti para que también tú me recibas exultante como discípulo de
quien fue colgado de ti…
¡Oh cruz bienaventurada, que
recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Señor!… tómame y
llévame lejos de los hombres y entrégame a mi Maestro para que a través de ti
me reciba quien por medio de ti me redimió.
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