"Nunca inició una celebración sin estar precedida por el silentium. Cuando íbamos en coche a alguna parroquia para hacer una visita pastoral o nos dirigíamos hacia una celebración en una iglesia, no hablaba nunca, no perdía el tiempo conversando; permanecía siempre en recogimiento, meditando y rezando.
Antes de cada actividad sagrada intentaba prepararse interiormente de la mejor forma posible y, cuando ésta había concluido, se quedaba siempre un cuarto de hora dando las gracias, de rodillas, con gran recogimiento."
Mons. Stanislao Dziwisz
No hay comentarios:
Publicar un comentario